Frontispicio

Ancelotti es, no lo olvidemos, apuesta personal de Florentino

26 mayo 2018

Trecena. Es justo.




Hoy es Mayo. 26. La mitad es 13. No digo ná y lo digo tó.

La Final de las Finales se juega en Kiev. Y es justo. Pues justo es que el fútbol, el mejor fútbol, también democratice territorios ignotos. Todo no va a ser la City o el Wanda. Hoy en Kiev los blancos serán menos que los rojos. Y es justo. Pues justo es que quién menos tiene, más necesite.

Si el Real Madrid gana hoy la Champions, será la trecena. Y es justo. Pues sería justo que la gane quién tuvo que escalar más altas montañas. Si la gana el Madrid, Ramos tendrá cuatro. Y es justo. Pues justo es que Ramos no tenga menos Champions que un meme como Piqué. Si la gana el Madrid, Cristiano tendrá cinco. Y es justo. Pues justo es que tenga más que Messi y tantas como el Barcelona y el Liverpool.

El Liverpool está hoy en Kiev. Y es justo. Pues justo es que llegue quién nunca camina solo. También el Madrid está hoy en Kiev. Y también es justo. Pues justo es que llegue el que siempre camina solo, aunque su soledad sea la más tumultuaria de las soledades. Pregúntenle a Cibeles si no me creen.

El Bayern, el City, el PSG, el Barca, la Juve, el United…………….. todos favoritos en octubre, ninguno está hoy en Kiev. Y es justo. Pues justo es que quién no la merece, no tenga la oportunidad de disputarla.

Y ya aquí, sólo recordar que lo de esta tarde no es un juicio, es una Final de Champions. Y las finales no son justas o injustas, se ganan o se pierden. Por tanto, la justicia y la razón están siempre con el Campeón.

Ojalá el Campeón sea el Real Madrid.

Siempre Hala Madrid.

20 mayo 2018

20 años



Volver..... con la frente marchita
Las nieves del tiempo, platearon mi sien
Sentir........ que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada, errante en las sombras
Te busca y te nombra
Vivir.......... con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez
(Carlos Gardel)

20 años. Para algunos afortunados, una vida. Para mí, casi media.

20 de mayo de 1998. Lo mismo que todo el mundo sabe que estaba haciendo el 23-F o el 11-S, todos los madridistas saben que estaban haciendo aquella noche mágica en que, casi por sorpresa, Mijatovic marcó su mítico gol. Todos.

Eran otros tiempos, como no. Yeltsin presidía la comunista Rusia, Milosevic aún era el factótum yugoslavo, el PSOE se desangraba por los GAL, Aznar presidente, Juan Pablo II aún no había reconocido a Galileo Galilei, ese año murió Pol Pot y se firmó en Belfast el Acuerdo del Viernes Santo. Titanic ganó los Oscars, Bill Clinton trabajaba junto a Monica Lewinsky y se desquitaba bombardeando Irak. Otros tiempos.

El Edén de Champions, año si, quinquenio también, que hoy conocemos era inimaginable en todos aquellos que, como yo, nunca había sentido lo que era ganar una Copa de Europa (la del 66 me pilló casi en pañales). Muchos madridistas mayores se preguntaban si verían ganar al Madrid ganar otra Copa de Europa antes de morir. 32 años de sequía y miseria europea. Es difícil describir el ansia ingobernable que aprisionaba a cada proyecto madridista, año a año, temporada a temporada.

Aquella noche, cuando Hellmut Krugg pitó el final, millones de madridistas lloramos, reímos y, sobre todo, exhaustos tras la interminable final, suspiramos aliviados sabiendo que habíamos conocido el paraíso deportivo. Que la cima volvía a ser blanca. Atrás quedaron los disgustos épicos de la final de 1981 contra el Liverpool o la eliminación de la Quinta del Buitre contra el PSV diez años antes.

Fue mi primera final vivida en la liturgia de las fiestas de mi Peña Madridista Gachera, en una biblioteca cedida, con todas las estanterías forradas de plástico. Y el recuerdo que me queda (entre muchos otros e inolvidables) es los cinco minutos de soledad tras el final, cuando después de recoger Sanchís la Copa, todos se fueron a la plaza a festejar, intuyendo que nunca volvería a vivir un momento así. Hasta hoy así ha sido.

El sábado volveremos a intentarlo. Ojalá sea así.

Felicidades.

01 mayo 2018

La primera gran quedada



Abril de 2002. Salihamidzic: "El Madrid se caga en los pantalones" tras un 2-1 en Munich. Después comenzó la historia.

Una tarde lluviosa para la primera gran quedada en Concha Espina, a recibir al equipo en volandas. Un Bernabéu como nunca vi. Y un gol de Guti que nunca olvidaré

Llegando a Madrid. Lloviendo. Mi segundo partido de Copa de Europa. El Bayern era campeón de Europa. Después de la ida de cuartos de final, hicieron gala de su proverbial bocachanclismo bávaro, con declaraciones rebosantes de soberbia, menospreciando al Madrid. Roberto Carlos no jugó por una cacicada de la UEFA.

Todo eso propició un estado de rabia increíble en la afición. Todos íbamos con ganas de dejarnos la garganta y las manos esa noche. Kahn era el perfecto ogro, fanfarrón, sucio y malencarado. Aquella noche, cada saque de puerta sería un canto al Decibelio.

La cuesta de Concha Espina era un hervidero de autobuses de toda España. Y las aceras del Bernabeu una vorágine de almas blancas, esperanzadas, iracundas con el teutón, a por ellos, abrazos espontáneos, tensión. Todavía no era moda vestir de blanco.

Tampoco era costumbre recibir al equipo, animarlo, hacerle ver que todos somos uno y trino. Un Club, un equipo, una afición. Pero aquel día, como suele suceder cuando los hechos se producen al azar, todo nos unió en un solo pensamiento: Estar junto al equipo. Sin Twitter, sin Facebook, sin Whatsapp.

Y el autobús llegó por la esquina de Castellana. Blanco. Escoltado por una decena de policías a caballo que se multiplicaban intentando hacer pasillo (eso sí es un pasillo) al equipo. Golpetazos en las chapas. Bocinas. Muchas. Bengalas en Marceliano. Y bufandeo. Nunca había visto nada igual. Después, por suerte, se ha repetido muchas veces.

Un cubata y p'adentro. El cuarto anfiteatro totalmente de pie. Overbooking. Temblando bajo nuestros pies. El partido fue épico. Titánico. Mi garganta, como siempre, al descanso rindió sus armas. Helguera dio paso a la esperanza. Si todo había sido épico, con aquel gol las ganas inundaron Chamartín. El número 12 supo que era todo o nada. Y apostó al todo o todo.

Después Guti marcó a placer. Y todo se desbordó. Aquel día la bestia negra empezó a palidecer. Después ya todo es historia. Vuelta a casa eufóricos, rayando el alba y a currar. Semifinales con el Barca al carrer. Y la volea de Zidane en Glasgow.

Recordad. Con el Bayern. La primera.